Tadao Ando comenzó como boxeador, se volvió arquitecto pero debió ser un monje Zen en una vida pasada. Su arquitectura, como la filosofía Zen, se basa en la simplicidad - en la simplicidad del silencio y la simplicidad del vacío. Una arquitectura que se organiza a partir de la geometría, del encuentro de geometrías simples que generan condiciones espaciales sorprendentemente complejas. La arquitectura de Tadao Ando es una arquitectura con espíritu Zen, pero no por ello es exclusivamente contemplativa. Sus encuentros geométricos nos invitan al recorrido para descubrir lo que los prismas contienen. Y lo que contienen es puro espacio - espacio vacío que no demanda una ocupación precisa - espacio puro que demanda silencio.
La materialidad de Tadao Ando es abstracta. Concreto más que aparente, concreto tangible. La materialidad de Tadao Ando es sensual, invita al tacto, si tan solo por el rayo del sol que hace evidente la humanidad de una superficie que aparentaba perfección. Variaciones tan mínimas en su textura que se perciben tan sutiles como sublimes. Sus superficies de concreto se perciben suaves a pesar de su solidez. Ellas, siguiendo un gesto contundente de geometría, anclan espacio sin atraparlo. Siempre hay una perspectiva de fuga que permite al ojo escapar el peso del concreto para conectarse con naturaleza. Un muro perimetral contiene un espejo de agua que deja a uno escapar a las nubes; un muro diagonal penetra la arena para dirigirnos a la amplitud del mar; una escalera generosa se continua para asimilar la montaña de fondo. En el espacio de Tadao Ando uno medita sin entrar conscientemente en practica. Uno pierde noción de uno mismo, de su cuerpo. La escala de su arquitectura es escala universal. El sol se detiene un instante concreto. El horizonte concreto interrumpe una montaña. Concreto hueco deja pasar las estrellas en su vacío. Arquitectura contemplativa en cuanto a que sumerge a uno en una experiencia de conciencia. Uno solo esta ahí, consciente, sea en uno de sus museos, uno de sus templos o hasta en alguna de sus casas. Habitar para Tadao Ando no tiene nada que ver con los actos cotidianos de dormir, asearse, convivir. Uno simplemente esta ahí, en el vacío, en silencio, como uno esta en la respiración durante la meditación.
He escuchado que el arquitecto japonés hace la travesía de celebrar sus cumpleaños en la casa de Luis Barragan comiendo solo en silencio. Suena como el típico acto excéntrico de arquitecto estrella pero no me sorprendería que fuera más que una leyenda urbana. Sin embargo, resonancias entre ellos existen: arquitectura de geométricas puras, arquitectura de materiales contundentes y de espacios aparentemente simples. Ambos arquitectos espirituales. Me imagino una conversación inexistente entre ellos compuesta por gestos mudos llenos de una amplitud que solo la espiritualidad puede transmitir.
De Tadao Ando he aprendido la fuerza de la simplicidad. De Tadao Ando he aprendido que el pequeño gesto (geométrico) tiene un gran impacto (espacial). De Tadao Ando he aprendido que hay sensualidad en la abstracción. De Tadao Ando he aprendido menos.